Tiendas de campaña y literas del Ejército para realojar a los inmigrantes en Melilla


La presión migratoria que sufre Melilla no sólo la sienten las vallas. También el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), que alberga a 1.041 inmigrantes. Esta cifra es mucho mayor de las 480 plazas que tiene de capacidad máxima. El centro está saturado, y por eso ayer se vio obligado a pedir urgentemente al Ejército cuatro tiendas de campaña y más literas militares para dar cobijo a los inmigrantes que entraron a la ciudad saltando la valla.

Según ha informado a EL MUNDO el director del CETI de Melilla, Carlos Montero, no hubo más remedio que pedir las cuatro tiendas, cada una con 20 plazas, porque el centro no tenía físicamente dónde meter a 80 de los inmigrantes que entraron ayer. El CETI vuelve, por lo tanto, a la situación que vivió hace nueve años con la crisis de las vallas, cuando los aledaños se llenaron de tiendas para dar asistencia a tanta gente que iba llegando.

Salida hacia la Península

Pese a todo, no es la primera vez que el CETI sobrepasa el millar de inmigrantes en su censo. A finales del año pasado y alguna vez en enero también se alcanzó esa barrera, aunque las salidas periódicas de grupos de sin papeles hacia la península, ya sea para ir a centros de acogida gestionados por ONG o a Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE), han permitido reducir la presión asistencial del CETI.

Esta semana ya hay una salida programada de 44. "Aliviaremos un poco por ahí, pero si siguen entrando no tenemos dónde colocarlos", reconoce Montero, consciente de que la presión ahora es "muy fuerte".

Desde noviembre, el CETI melillense no baja de los 900 acogidos. Ésa era la cifra que había a 1 de enero, pero los continuos saltos y alguna esporádica patera han elevado la estadística. Y eso que en marzo del año pasado se consiguió un hito en años, que fue bajar el censo hasta situarlo en unas cifras acordes a su capacidad máxima. Montero recuerda que fue en esa época, a los cinco meses de su llegada a la Dirección del CETI, cuando se logró que esta infraestructura, dependiente del Ministerio de Empleo y Servicios Sociales, llegara al medio millar de inmigrantes, aún por encima de sus 480 plazas, pero muy a la par.

Un grupo de subsaharianos en los alrededores del CETI de Melilla. | EFE

Sin embargo, a partir de entonces, la presión migratoria se disparó y eso se tradujo en más llegadas hasta alcanzar la situación actual, que duplica la que había hace apenas un año.
En todos estos últimos meses, el CETI ha ido cubriendo espacios en aulas de formación y otros recintos con literas dobles o triples del Ejército para dar asistencia a todo el mundo, pero ayer se llegó a tal extremo que hubo que recurrir a las tiendas de campaña, algo que ha ocurrido en muy contadas ocasiones desde la crisis de las vallas.

Los servicios asistenciales, también saturados

La mayor población del CETI también ha provocado un déficit en los servicios asistenciales que ofrece a quienes viven allí, ya que la plantilla sanitaria, social, formativa y de limpieza sigue siendo la misma que siempre. "Llegamos hasta donde podemos, pero nos quedamos cortos en esa labor de asistencia social y no hacemos la labor que quisiéramos", afirma el director del centro. No obstante, subraya que la alimentación está cubierta, aunque la cola para entrar al comedor sea más larga y se produzca un mayor retraso.

En otros aspectos, como la asistencia sanitaria, el CETI ha tenido que derivar a algunos de los inmigrantes a la ciudad porque la doctora y cuatro ATS del centro no pueden atender a todo el mundo. Para las clases de español obligatorias hay tres meses de lista de espera, de modo que muchos de los inmigrantes se marcharán a la península sin haber pisado siquiera la clase.

Mali, Burkina Faso y Siria son los países de los que proceden los tres colectivos mayoritarios del CETI en estos momentos, desbancando a los argelinos, que hasta hace poco eran los primeros. Sin embargo, han salido muchas familias hacia los centros de acogida de la península en las últimas semanas, explica Montero, que cree que en realidad no hay tantos de Burkina Faso como dicen las estadísticas. Y esto es así porque, sospecha, muchos son de Camerún y mienten para evitar ser devueltos al ser éste "un país expulsable" por los convenios que tiene firmados con España.
elmundo.es

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