Los españoles, menos tolerantes con los inmigrantes por la crisis

Migración - EL UNIVERSO

El Ayuntamiento de Vic, en Cataluña (noreste de España), encendió una mecha, cuando en diciembre anunció que no empadronará a los inmigrantes que se encuentran ilegalmente en el país, además de que los denunciará a la Policía.

Una situación similar se vivió en la localidad madrileña de Torrejón de Ardoz, pero ambas ciudades dieron marcha atrás, presionados por la Fiscalía del Estado. En los últimos meses, además, los vecinos autóctonos del municipio catalán de Salt (Girona) achacaron a la inmigración el clima de inseguridad en España.

Los tres episodios solo evidencian una realidad: la percepción de xenofobia que se respira en España desde que la economía entró en recesión.

Sin embargo, ahí no termina la cosa porque aunque el Ayuntamiento de Vic se ha visto obligado por ley a empadronar a inmigrantes irregulares, ahora los está denunciando a la Policía con la finalidad de que los expulsen.

Carlos Ordóñez, presidente de la Asociación de Ecuatorianos en Vic, dice no comprender la posición del Ayuntamiento de esa ciudad, en la que residen 1.000 ecuatorianos. “El problema es que hay desempleo y la gente local cree que nosotros le quitamos el trabajo”.

El último informe ‘Evolución del racismo y la xenofobia en España (2009)’, elaborado por el Observatorio del Racismo del Ministerio de Trabajo e Inmigración (Oberaxe), entre septiembre y octubre del 2008, ratifica la premisa. El desempleo en el país europeo (actualmenteen alcanzó la cifra récord de 4’612.700 personas, el 20%) crece a la par que el endurecimiento de la percepción que la población autóctona tiene de los extranjeros.

En el imaginario colectivo, según el estudio, predomina una visión negativa de la inmigración. Basta que escuchen esa palabra para que la mitad de los españoles encuestados la asocien con “invasión descontrolada”, “saturación”, “más pobreza para España”, “nos dejan sin trabajo”, “bajada de sueldos”, “crean guetos”, “no se quieren adaptar”, etc.

Si en el 2006, el 60% pensaba que los inmigrantes eran “demasiados”, ahora lo asegura casi el 80% de los encuestados. Tres de cada cuatro creen necesario imponer más mano dura en la política migratoria; cada vez se reduce el porcentaje de personas que opina que debería otorgarse a los foráneos derechos sociales y de ciudadanía como votar en las elecciones y el 33% vincula la inmigración al aumento de la delincuencia y la inseguridad.

Con estas impresiones, el informe coloca a la sensación de “competencia” que supone la población de terceros países como un factor clave en la extensión de la xenofobia en la sociedad. La competencia, añade el informe, “al acceso a recursos limitados (agudizados en épocas de estrecheces económicas); el temor a que esta se acreciente tanto en el acceso al mercado laboral como al conjunto de servicios y prestaciones sociales, porque se acuse el desequilibrio entre una oferta más restringida y una demanda que se amplía por la crisis”.

Esteban Ibarra, del Movimiento contra la Intolerancia, no detecta un “ambiente de crispación” pero sí un creciente aumento de “prejuicios y temores” hacia el extranjero, “sobre todo en localidades donde coinciden la marginalidad y la delincuencia”. Su preocupación apunta a la “ofensiva de grupos xenófobos que buscan aumentar la tensión en los barrios, un camino peligrosísimo de institucionalización del odio”.



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